La tragedia se agrava con el colapso de hospitales y la amenaza de enfermedades.
Por Alex Calero
3 de abril de 2025
La tragedia se agrava con el colapso de hospitales y la amenaza de enfermedades.
Un devastador terremoto de magnitud 7,7 sacudió Myanmar el pasado 28 de marzo, dejando un saldo trágico de más de 3.000 fallecidos y alrededor de 4.500 heridos. El sismo afectó gravemente a regiones como Mandalay, Sagaing y Naypyitaw, donde numerosas infraestructuras, incluidas hospitales y carreteras, resultaron destruidas, complicando las labores de rescate y asistencia.
Las autoridades sanitarias han expresado preocupación por la posible aparición de brotes de enfermedades como cólera, malaria y dengue, debido a las condiciones insalubres y la falta de acceso a agua potable en las zonas afectadas. La inminente llegada de la temporada de monzones podría agravar aún más la situación humanitaria.
El secretario general de la ONU, António Guterres, ha instado a la comunidad internacional a proporcionar fondos adicionales y garantizar un acceso rápido y sin restricciones a la ayuda humanitaria en Myanmar. Se espera la llegada del jefe de ayuda humanitaria de la ONU, Tom Fletcher, para coordinar los esfuerzos de socorro en el país.
En respuesta a la crisis, la junta militar de Myanmar ha declarado un alto el fuego temporal hasta el 22 de abril, con el objetivo de facilitar las operaciones de rescate y asistencia en las áreas afectadas. Sin embargo, persisten informes de enfrentamientos en algunas regiones, lo que complica la entrega de ayuda.
La comunidad internacional continúa monitoreando la situación en Myanmar, mientras las organizaciones humanitarias trabajan para brindar apoyo a las víctimas de este desastre natural.
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